lunes, 10 de julio de 2023

 

Una visita inesperada

Hay días en los que la nostalgia toca mi puerta y sin que yo le dé permiso, entra y se instala en el living de mi corazón. No conforme con apoltronarse cómodamente entre mis almohadones cuidadosamente dispuestos sobre el sillón, ella los desordena y decide hablar sin parar y trae al presente todo el pasado que se le ocurre y que es capaz de recordar a una velocidad casi incalculable.

La música tampoco ayuda mucho en esta mañana gris y triste, pero es la que nos gusta a la nostalgia y a mi. Entre tanta charla me voy dando cuenta que, a pesar del tiempo, hay reminiscencias del pasado que perduran inertes ahí, donde no me gusta mucho entrar, pero que de tanto en tanto y después de tomar suficiente aire para llenar mis pulmones de valentía, voy y me asomo. 

Luego me doy cuenta de que hay cosas que mejor, como dice la gente, dejar en el lugar en el que escogieron quedarse. No siempre es uno quien escoge ponerlas ahí, a veces es la misma dinámica de la vida quien se encarga de buscarles un lugar y dejarlas como en el olvido. Es mejor así.

Mientras ella habla y habla sin parar, yo prefiero mirar a través de mi ventana para ver si encuentro a Dios entre las nubes grises que se desdibujan poco a poco en un cielo que se empeña en brillar un día de invierno. Afuera hace mucho frío pero acá adentro no está más tibio. 

El fin de semana se fue tan rápido! Es como si hubiera gozado de traer y dejar olvidado un halo de desilusión y tristeza para  luego mirarme desde lejos y sonreír. Nostalgia sigue ahí sentada, imperturbable. Yo escucho música en mi mente.

Allá afuera todo está igual, salvo por la pelea entre el sol y las nubes grises para ver quien gana el derecho a salir. Ya no escucho a nostalgia. De pronto sus palabras se hicieron insoportables y dejé de escucharla hace un rato. No escucho ni pienso en nada. Sólo dejo que la música ocupe mi espacio. 

El día comenzó lento su trajinar cotidiano. Yo decido simplemente fluir con su onda y dejar que todo vuelva a la calma. Total, no puedo cambiar el orden en que están colocadas las circunstancias de este momento de mi vida. Es mejor dejarlo así y tirar la moneda al aire y dejar que el destino vuelva a ganar. Hasta ahora no ha sido tan malo.

Vuelvo a llenar mis pulmones de valentía y recuerdo la lista de cosas que debo hacer hoy y que esas, de verdad, no resisten postergación alguna. Apuro mi bebida de colágeno y despierto del ensimismamiento. Le subo volumen a la radio y vuelvo a estar viva.

Ya mañana será otro día. Importa solo el de hoy.

Chao melancolía y gracias por la visita.






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